lunes, noviembre 20, 2006

interbrain: La ultima cuestion

Este texto pertenece a Luis C. Congil, periodista de 35 años, residente en Vigo, Pontevedra. Ganador del concurso que realizó el programa de RTVE, Redes.

La pregunta era: ¿Te atreves a imaginar cómo será el mundo en el año 2105?

Este es el texto ganador.



" EL ÚLTIMO DEBATE DE LA HISTORIA o "Cómo asimilar el Interbrain"


Mucho habría sorprendido a los gurús de la prospectiva del siglo pasado saber que estos primeros años del siglo XXII estarían conmocionados por un intenso debate jurídico. Una apasionada discusión que enfrenta a la Humanidad en dos facciones, y de cuya resolución depende, sin paliativos, el futuro del Homo Sapiens.

Sorprendentemente, la cuestión nada tiene que ver con las preocupaciones de otras eras.

Con los desiertos transformados en vergeles gracias a la inagotable energía que proporciona la fusión de hidrógeno, hemos superado el hambre y el calentamiento global. Las emisiones a la atmósfera fueron eliminadas, y los potentes sistemas informáticos de control económico redistribuyen la riqueza a nivel planetario. La esperanza de vida es más que razonable, limitada sólo por las tasa de sostenibilidad demográfica. Los conflictos mundiales se han sometido al arbitrio ineludible de la ONU.

Hoy, las amenazas no vienen por ahí. No es una guerra la que divide a la Humanidad, ni las tensiones religiosas o ideológicas las que atenazan su desarrollo. Ningún conflicto que fuese esperable o previsible ha escapado al control y al perfeccionamiento de las ciencias sociológicas y políticas. Nada, excepto el Interbrain.

Todo comenzó con el invento de los transductores cerebrales. Igual que en su día sucedió con la aparición casi espontánea de Internet, la conexión directa con el ordenador proporcionó al ser humano primero una diversión, y luego una herramienta. La manipulación informática sin periféricos, realizada gracias a un pequeño chip pegado al cuero cabelludo, fue como un juego durante los primeros años.

Primero sirvió para crear un sencillo interface que reemplazó al antiguo joystick de las consolas de juegos. Este sistema de comunicación con la máquina superó enseguida a los convertidores de voz y, por supuesto, a los obsoletos teclados. Pero su verdadera fuerza, el estallido de lo que acabó conociéndose como "La era Interbrain", aún tardó algunos años en dejarse sentir.

Fue hacia 2071, cuando los convertidores de software copiaron el sistema neuronal del cerebro humano, y la relación con el ordenador pasó a ser directa, sin ningún hardware intermedio ni sistema operativo.

La gente comenzó a "pensar" partes de su vida en el ordenador, y a grabar los recuerdos más perecederos en sus Discos Duros Privados de Hiperseguridad (DDPH). La memoria humana externa pasó a ser una realidad.

Viejos temores resucitaron con esta hibridación de hombre y máquina. Hubo quién auguró ciber-guerras, como las descritas por la ciencia-ficción del siglo XX, en las que los robots pugnaban por dominar a los humanos. Pero, una vez más, rompiendo los vaticinios de la más aguda prospectiva, la Humanidad asimiló esta nueva herramienta y la utilizó en su beneficio. Igual que antes había hecho con el hacha neolítica, con la penicilina, con la píldora anticonceptiva o con la fisión nuclear, el hombre no dejó de ser hombre por culpa de la ciencia, sino que pasó a ser un hombre más completo.

La vigilancia se mantuvo alerta, sin embargo, durante décadas. Los puritanos impulsaron estrictas leyes de privacidad, de protección de datos personales, de herencia. Se reguló si los hijos podían acceder a los archivos de recuerdos de sus padres, y bajo qué circunstancias. Se dictaron sentencias sobre el borrado integral de discos personales de seguridad. Se vetó el acceso a ellos a la policía, al igual que en su día se había denostado la tortura como medio de acceder a los secretos del otro.

Todo parecía bajo control hasta hace cuatro años. Entonces todo el mundo usaba ya el transductor cerebral para las tareas más simples, como contestar a su correo electrónico o chatear por la venerable Internet. Se dice que fue un grupo de jóvenes del Levante español el primero en crear una comunidad mental digital, es decir, los primeros en intercambiar información de mente a mente utilizando la vieja red como soporte. Había nacido Interbrain.

Los cambios que trajo este "chateo mental directo" pasaron desapercibidos para las autoridades y hasta para los expertos. Poco a poco, las comunidades mentales digitales se fueron extendiendo por el planeta, igual que en el pasado sucedió con Internet, sin que nadie percibiese la revolución que anticipaban.
Los grupos de diálogo comenzaron a entremezclar a personas de todos los puntos del planeta, que nunca se habían visto en persona pero que comenzaban a poner sus recuerdos y experiencias vitales en común. Y lo más importante, a tomar decisiones juntos.

Hace dos años surgió la primera Confederación Personal. La componían 232 individuos de todas las edades y sin ningún vínculo social o religioso. Pronto se evidenciaron sus efectos: tres centenares de cerebros tomando decisiones al unísono en tiempo real consiguieron un poder casi omnímodo, demoledor, real. Gracias a sus agendas vitales compartidas, comenzaron a anticiparse a las decisiones económicas de la Bolsa, a las sanciones de sus gobiernos locales, a las modas de sus entornos locales. Aprovechando los conocimientos comunes, un médico era a la vez un arquitecto y un luthier. Y un abogado, y un maestro, y un bombero. Comenzaron a ser tratados como una secta.

Paradójicamente, fue el hecho biológico de la muerte la que provocó que las Confederaciones Mentales se escapasen de todo control. Sucedió el 1 de enero de 2103, cuando un individuo falleció físicamente, pero su back-up quedó insertado en su comunidad. Luego le siguieron otros, que incluso buscaron la muerte voluntariamente para quedar grabados eternamente en la Interbrain.

En estos momentos, el modelo de Humanidad está en crisis. La asamblea general de la ONU se encuentra reunida en sesión permanente desde hace dos meses, debatiendo la cuestión más peliaguda de la historia: ¿Se autorizará la denominación de "persona" a las Confederaciones Mentales? ¿Serán tratados como individuos o como colectivos? ¿Qué poder político tendrán? ¿Cuánto valdrá su voto, como uno, o como el total? Estas dudas atenazan hoy al futuro del hombre.

¿O quizá debería decir del Hombre, con mayúsculas?


PD.- Yo mismo escribo estas líneas desde el ordenador que sirve de soporte a lo que fue mi consciencia e intelecto, porque yo soy aquel hombre que falleció el 1 de enero de 2103. ¿Me borrarán algún día? ¿Podrán llegar estas reflexiones hasta vosotros? Lo desconozco porque, terriblemente, ya no depende de mí."

domingo, noviembre 12, 2006

Educar desde el primer día de vida, es la base

Walter Mischel llevó a cabo desde la Universidad de Stanford una investigación con preescolares de cuatro años de edad, a los que planteaba un sencillo dilema: "Ahora debo marcharme y regresaré dentro de veinte minutos. Si quieres, puedes comerte esta golosina, pero si esperas a que yo vuelva, te daré dos."

Aquel dilema resultó ser un auténtico desafío para los niños de esa edad. Se planteaba en ellos un fuerte debate interior: la lucha entre el impulso por comer la golosina y el deseo de contenerse para lograr más adelante un objetivo mejor.

Era una lucha entre el deseo primario y el autocontrol, entre la gratificación y su demora. Una lucha de indudable trascendencia en la vida de cualquier persona, pues no puede olvidarse que tal vez no exista habilidad emocional más esencial que la capacidad de resistir el impulso. Este es el fundamento de cualquier tipo de autocontrol emocional, puesto que toda emoción supone un deseo de actuar y es evidente que no siempre ese deseo será "oportuno".

En la primera prueba, comprobó que aproximadamente dos tercios de esos pequeños de cuatro años de edad fueron capaces de esperar los veinte minutos (que seguramente les pareció una eternidad). Pero otros, más impulsivos, se abalanzaron sobre la golosina a los pocos segundos de quedarse solos en la habitación.

Además de comprobar lo diferente que era entre unos y otros la capacidad de demorar la gratificación y, por lo tanto, el autocontrol emocional, una de las cosas que más llamó la atención al equipo de experimentadores fue el modo en que aquellos niños soportaron la espera: volverse para no ver la golosina, cantar o jugar para entretenerse, o incluso intentar dormirse.

Pero lo más sorprendente vino unos cuantos años después, cuando pudieron comprobar que la mayor parte de quienes en su infancia habían logrado resistir aquella espera, luego en su adolescencia eran notablemente más emprendedores, equilibrados y sociables.

Aquel estudio comparativo revelaba que - en términos de conjunto - los niños que en su momento superaron la prueba de la golosina fueron luego (diez o doce años después) personas mucho menos proclives a desmoralizarse, más resistentes a la frustración y más decididos y constantes.

Como es natural, no es que el futuro esté ya predeterminado para cada persona desde su nacimiento, entre otras cosas porque no puede olvidarse que a los cuatro años se ha recibido ya mucha educación. Hay, sin duda, toda una herencia genética, un temperamento innato que influye bastante, pero no es ése el factor principal. Un niño de cuatro años puede haber aprendido a ser obediente o desobediente, disciplinado o caprichoso, ordenado o desordenado, como bien puede atestiguar cualquier padre, o cualquier persona que trabaje con preescolares.

Es indudable que el tipo de educación que había recibido cada uno de esos niños influyó decisivamente en el resultado de aquella prueba con las golosinas. Por eso, más que alentar oscuros determinismos ya cerrados desde la infancia, o viejas tesis conductistas, lo que aquella investigación vino a resaltar es cómo las aptitudes que despuntan tempranamente en la infancia suelen florecer más adelante, en la adolescencia, o en la vida adulta, dando lugar a un amplio abanico de capacidades emocionales. La capacidad de controlar los impulsos y demorar la gratificación, aprendida con naturalidad desde la primera infancia, constituye una facultad fundamental, tanto para cursar una carrera como para ser una persona honrada, o tener buenos amigos.

La capacidad de resistir los impulsos, demorando o eludiendo una gratificación para alcanzar otras metas - ya sea aprobar un examen, levantar una empresa, o mantener unos principios éticos - , constituye una parte esencial del gobierno de uno mismo. Y todo lo que en tarea de educación, o auto-educación, pueda hacerse por estimular esa capacidad será de una gran trascendencia.

domingo, noviembre 05, 2006

Haz bien y recibirás bien, haz mal y recibirás mal, todo está en "mis/tus" manos

UNA HISTORIA REAL

Su nombre era Fleming y era un granjero escocés muy pobre. Un día, mientras intentaba ganarse la vida para su familia, oyó un lamento pidiendo ayuda que provenía de un pantano cercano.

Dejó caer sus herramientas de las manos y corrió al pantano. Allí encontró hasta la cintura en el estiércol húmedo y negro a un muchacho aterrado, gritando y esforzándose por liberarse de ello.

El granjero Fleming salvó al muchacho de lo que podía ser una lenta y espantosa muerte. Al día siguiente, llegó un carruaje elegante a la granja. Un noble, elegantemente vestido, salió y se presentó como el padre del muchacho al que el granjero Fleming había ayudado y por lo tanto salvado.

“Yo quiero recompensarlo” dijo el noble. “Usted salvó la vida de mi hijo”.

¡No!! Yo no puedo aceptar un pago por lo que hice, contestó el granjero escocés Fleming: Lo que hice no tiene ningún mérito, solo hice lo que debía.

En ese momento aparece el hijo del granjero tras su padre en la puerta de la cabaña. ¿Es su hijo? Preguntó el noble. “Si”, contestó el granjero orgullosamente.

Dijo el noble: Le propongo hacer un trato. Permítame proporcionarle a su hijo el mismo nivel de educación que mi hijo disfrutará. “Si el muchacho se parece a su padre, no dudo que crecerá aprovechando esta oportunidad hasta convertirse en el hombre del que nosotros dos estaremos orgullosos”

El granjero aceptó el gesto generoso del noble: El hijo del granjero Fleming asistió a las mejores escuelas y al tiempo se graduó en la Escuela Médica del St. May´s Hospital en Londres. Siguió formándose hasta darse a conocer en el mundo como el renombrado “Dr. Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina”

Años después, el hijo del mismo noble que fue salvado del pantano. Enfermó de pulmonía.

Qué fue lo que salvó su vida esta vez??? La penicilina.

El nombre del noble?..Sir Randolph Churchill.

El nombre de su hijo?...Sir Winston Churchill.

Alguien dijo una vez…Lo que va, regresa. Ya sea malo o bueno, está en nuestras manos todo.